Estas cosas suceden así. Hasta Suecia habían viajado representantes de todos los países miembros del listado de participantes del festival musical más importante del mundo —por descontado, de Europa— con el fin de regresar, terminado el certamen, a su tierra con el codiciado Micrófono de Cristal bajo el brazo. Aunque ese honor sólo pudo gozarlo Nemo, quien volvió triunfante a Suiza, no es menos cierto que no fue la única persona que salió de Eurovisión con la sensación de haber ganado.
