Es costumbre habitual andar con la cabeza levantada para ver lo que tenemos por delante a la altura de nuestros ojos. Pero también es necesario, de vez en cuando, echar la vista hacia abajo para divisar los potenciales peligros que nos podemos encontrar en nuestro camino cuando vamos andando por la calle. Un pie mal colocado nos puede jugar una mala pasada y hacernos caer al suelo o dentro de algún agujero si la calla está en mal estado.